Xàltiva (Valencia) 1939
Durante su adolescencia compagina los estudios de modelado y escultura en la Escuela de San Carlos de Valencia con el oficio de camarero en un bar de propiedad familiar_
Su vocación pronto le lleva a contactar con los talleres que ocupaban el antiguo recinto de la feria de muestras en el paseo de la Alameda durante la temporada no feriaL Alli comienza a ejercer de aprendiz de Modesto González de 1956 a 1959. Un año más tarde debuta como artista independiente con la falla del Raval de Xativa; sin embargo, su primer catafalco en la capital no lo realiza hasta 1962 (calle del Mar). Durante 1964 («La Maja … dería», Avenida del Oeste) y 1965 («La velocitat», PI. Pilar) construye sus primeras fallas de la Sección Especial. Son años estos en que pese a la calidad de sus catafalcos su inexperiencia en el dominio del equilibrio de masas le acarrea serios problemas, por ello en 1966 se retira para replantearse sus esquemas profesionales ejerciendo como colaborador de Juan Huerta y Vicente Luna.
En 1967 reaparece con «La Pesca» (PI. Mercado Central) iniciando, así, una trayectoria ininterrumpida que se prolonga hasta 1983_
Martínez Mollá estudia concienzudamente sus proyectos a partir de minuciosas maquetas trabajadas con detalle en las que plasma hasta el motivo más insignificante a materializar y que constituyen auténticas piezas de museo.
La caricatura es el terreno en el que alcanza una mayor desenvoltura. En este sentido esperpentiza incluso aspectos secundarios del monumento, que como consecuencia alcanza las más altas cimas del barroquismo fallero_ Las posturas amaneradas de sus figuras y su agresiva gama cromática son rasgos distintivos de aquellas fallas que se mueven en esta línea; en las que, además, puede apreciarse una evolución que parte de cierta serenidad («Xé quin món», Na Jordana, 1968) para incidir en la distorsión expresionista («Publicitat», «Sexe débil», Bailén-Játiva, 1973 y 1975)_
Más sobrios, pero no por ello menos ampulosos son sus catafalcos de modelado clásico y realista, donde la paleta se serena para conseguir cierta armonía entre plástica y pintura. A esta tendencia responden: «L’Auto-mania»(Pl. Pilar, 1980) y «Nostre himne» (PI. Merced, 1982), destacando sobre todo: «El pas del temps» (PI. Pilar, 1978) y «Tirant lo Blanch» (PI. Ayuntamiento, 1990).
De 1984 a 1989 deja de firmar fallas para convertirse en asiduo asesor y colaborador de Francisco Mesado Poveda.
En el aspecto técnico a él debemos la introducción de la reproducción de figuras en poliester, material con el que realiza «Doliner i tabaleter» (PI. Pilar, 1976), grupo que junto a «Vianant de poble» (PI. Merced, 1974) alcanza el indulto del fuego.