Martínez Mollá, José

Caricatura de José Martínez Mollá

Xàltiva (Valencia) 1939

Durante su adolescencia compagina los estudios de modela­do y escultura en la Escuela de San Carlos de Valencia con el oficio de camarero en un bar de propiedad familiar_
Su vocación pronto le lleva a contactar con los talleres que ocupaban el antiguo recinto de la feria de muestras en el paseo de la Alameda durante la temporada no feriaL Alli comienza a ejercer de aprendiz de Modesto González de 1956 a 1959. Un año más tarde debuta como artista independiente con la falla del Raval de Xativa; sin embargo, su primer catafalco en la capital no lo realiza hasta 1962 (calle del Mar). Durante 1964 («La Ma­ja … dería», Avenida del Oeste) y 1965 («La velocitat», PI. Pilar) construye sus primeras fallas de la Sección Especial. Son años estos en que pese a la calidad de sus catafalcos su inexperiencia en el dominio del equilibrio de masas le acarrea serios proble­mas, por ello en 1966 se retira para replantearse sus esquemas profesionales ejerciendo como colaborador de Juan Huerta y Vi­cente Luna.
En 1967 reaparece con «La Pesca» (PI. Mercado Central) iniciando, así, una trayectoria ininterrumpida que se prolonga hasta 1983_
Martínez Mollá estudia concienzudamente sus proyectos a partir de minuciosas maquetas trabajadas con detalle en las que plasma hasta el motivo más insignificante a materializar y que constituyen auténticas piezas de museo.
La caricatura es el terreno en el que alcanza una mayor de­senvoltura. En este sentido esperpentiza incluso aspectos secun­darios del monumento, que como consecuencia alcanza las más altas cimas del barroquismo fallero_ Las posturas amaneradas de sus figuras y su agresiva gama cromática son rasgos distintivos de aquellas fallas que se mueven en esta línea; en las que, ade­más, puede apreciarse una evolución que parte de cierta sereni­dad («Xé quin món», Na Jordana, 1968) para incidir en la dis­torsión expresionista («Publicitat», «Sexe débil», Bailén-Játiva, 1973 y 1975)_
Más sobrios, pero no por ello menos ampulosos son sus ca­tafalcos de modelado clásico y realista, donde la paleta se serena para conseguir cierta armonía entre plástica y pintura. A esta tendencia responden: «L’Auto-mania»(Pl. Pilar, 1980) y «Nos­tre himne» (PI. Merced, 1982), destacando sobre todo: «El pas del temps» (PI. Pilar, 1978) y «Tirant lo Blanch» (PI. Ayunta­miento, 1990).
De 1984 a 1989 deja de firmar fallas para convertirse en asiduo asesor y colaborador de Francisco Mesado Poveda.
En el aspecto técnico a él debemos la introducción de la re­producción de figuras en poliester, material con el que realiza «Dol􀀲iner i tabaleter» (PI. Pilar, 1976), grupo que junto a «Via­nant de poble» (PI. Merced, 1974) alcanza el indulto del fuego.

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