Martín López, Manolo

Caricatura de Manolo Martín López

 Almenara (Castellón) 1946 – Valencia 2005

A finales de la década de 1950 se incorporó como aprendiz en el taller de Manuel Guinart, donde se formó en el arte de las fallas y se inició en el ámbito de la decoración y la publicidad. En 1971 decidió establecerse en solitario, compaginando sus trabajos en ferias y exposiciones con la realización de fallas infantiles.

No obstante, no fue hasta 1976 cuando Martín se decidió a realizar una falla de gran formato (Reclamos publicitarios), cuyos recursos estilísticos recibieron las influencias de la suave caricatura convencional que acompañó a sus creaciones de su primera etapa, durante los siguientes diez años, después de los cuales estableció nuevos cánones morfológicos.

El reconocimiento del público y la llegada de sus primeros galardones, como su figura Vieja soguera y niño salvada del fuego por votación popular en 1978, le valieron a Martín para debutar en la máxima sección de las fallas valencianas en 1980 con su obra El circo de la vida para la comisión Convento Jerusalén-Matemático Marzal. Sin embargo, su primer gran triunfo en esta categoría lo consiguió dos años más tarde con la falla Los siete pecados capitales para la comisión de la Plaza Na Jordana, asociación que contó, desde entonces, con la firma del artista en proyectos posteriores.

Su participación en el Salón Internacional del Cómic de Anguleme de 1985 propició la búsqueda de nuevos valores formales que predispusieron a Martín al planteamiento de atrevidas propuestas con un deseo claramente vanguardista. Esta búsqueda de originales composiciones quedó ejemplificada en las fallas realizadas en 1986, 1987 y 1988 para la plaza del País Valencià, hoy del Ayuntamiento, con las que rompió definitivamente con los cánones estéticos tradicionales a la vez que propuso un proceso creativo multidisciplinar en el que implicó a ilustradores como Sento Llobell y Antonio Ortiz (Ortifus), diseñadores como Francis Montesinos, Valentín Herraiz y Tono Sanmartín y periodistas como Manuel Vicent.

Abocado a una continua lucha contra los convencionalismos estéticos en las fallas, Martín firmó todavía tres grandes obras para la plaza de Na Jordana en 2000, 2001 y 2002: Mutaciones, Pinochada universal o una odisea de tres pares de narices y Transición.

Su amplia proyección artística le valió la consecución de todo tipo de proyectos, como la construcción en el antiguo cauce del Turia de una figura de Gulliver dentro del proyecto “Un río de niños”. También participó activamente en propuestas concebidas por artistas como Antonio Miralda, Javier Mariscal, Carmen Calvo, Miguel Navarro, Manolo Valdés, Quino, Daniel Torres, Chema Cobo, Jean Jacques Lebel y Sigfrido Martín Begué.

La creación, junto a Salvador Gimeno, de la sociedad Caballo de Troya supuso la continuidad de su herencia artística y la interacción laboral entre diferentes talleres para la difusión internacional de las artes aplicadas con la consecución de grandes proyectos escenográficos y expositivos.

La búsqueda incansable de innovadoras expresiones plásticas y su férrea oposición a las fórmulas habituales le valieron en sus últimos años el reconocimiento público e institucional. En 2001 el taller de Martín recibió el premio Nova a la innovación empresarial; en 2002 la cartelera Turia también reconoció su contribución artística por la renovación en el mundo de las fallas y en 2003 la revista Pensat i Fet le otorgó el premio Ricardo Rubert de innovación estética. En 2005 y a título póstumo, la Facultad de San Carlos de Valencia le concedió la Medalla a las Bellas Artes.

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